martes, 1 de julio de 2008

Segunda Confrontacion en el Arte, Galeria Nacional, Julio 2008, Curaduria de Luis Fernando Quiros




Ana Muñoz, instalación con piezas fotográficas y botellas.


Dentro del conjunto de esculturas, curado por Manuel Vargas, destaca la pieza de Andrés Cañas, cuyos reflejos de luz dibujan su forma sinuosa y sensible en las paredes de la sala.


Ricardo Ávila "Proyecto para otra (di)versión, fotografía e impresión digital 2008.


Luis Chacón "Cuentacuentos", mural fotográfico 2008.


Dinorah Carballo, "Conversaciones con el mar", instalación 2008.


En la zona fotográfica -curada por LFQ-, la pieza "S/T" de Giorgio Timms y "Geografía Humana" de Joaquín Murillo.


Confrontación propuso a los curadores seleccionar artistas de tres generaciones, por ello, la curadora Elizabeth Barquero incluyó a Lola Fernández.


Luis Chacón, quien actuó como museógrafo de la muestra, conversa con Herberth Bolaños, uno de los curadores en la parte de obras textiles; detrás, la pieza fotográfica de Roberto Guerrero.


La artista Carolina Valencia, delante de la pieza impresionante de Olger Sánchez


Paulina Ortiz, instalación con textiles


Vista parcial de la sala


El artista Luis Chacón apreciando la pieza de Rodolfo Uder "Ser y njo ser", maderas encontradas 2008.

Al preparar el proyecto de esta gran muestra de arte costarricense actual que pretende ser confrontativa, asumimos la alternativa de parangonar nuestras maneras de hacer arte: se hace con poiesis: fusión del deseo –amor/pasión- al trabajar por lo propio y esculcar entre las capas de la existencia un recuento de lo vivido; es algo así como inventariar los recursos expresivos, las recurrencias técnicas, lo que deseamos cuestionar o avivar al proyectar hacia los demás lo que hacemos.
No existe verdadera confrontación sin dejar “una piedrita en el zapato”; se trata de la existencia de un algo que nos incomoda o que no calza dentro de nuestra interpretación del lenguaje del arte actual, algo que nos urge quitar pero no se puede en tanto confrontar no es un resultado sino un proceso dialógico.
Hacerlo -implicar la obra dentro de este panorama,- nos vuelve hacia sí mismos en un “monólogo” interior que nos motiva a cavar, a ser palimpsestos o mineros en este universo de lo contemporáneo; por ello es que apreciamos la transparencia, lo que deja ver la profundidad del lenguaje entre las capas de la obra, o la porosidad que acrecienta dicha dialógica entre la interioridad y sus bordes. Mirada, dardo, boomerang que va más allá y vuelca el cono visor hacia el otro lado de la retina: hacia nuestros adentros de individuos creativos aprendientes del camino y de esta misma manera deseamos estimular al espectador para que encuentre su propio sentido: el retorno.


Las obras y los artistas

Luis Chacón con su propuesta Cuenta cuentos, confronta un conjunto fotográfico impecable en el cual cambia los materiales y las herramientas de lo que conocemos como su pintura para introducirnos en un sugestivo inventario de gestos que bordean el lenguaje no verbal, sin abandonar el acicate de su característica expresión: su fascinación por el color y la forma en una naturaleza cambiante.




Ricardo Ávila con el tríptico Objetos para otra (di)versión aborda el carácter de otro inventario compuesto con sus objetos intervenidos y su pintura naife. Paradójicamente esos objetos están representados con el lenguaje de la industria, que es secuencial, preciso, mecánico -opuestos de su técnica o estilo desenfadado y colorido-, parodiando sí ese imaginario se dispusiera a ser fabricado de nuevo.







Adela Marín con su obra “El que esté libre de culpa, pegue el primer cartel” nos confronta con otro inventario más: el de los juegos de identidad. Lo hace al indagar qué es lo que apreciamos si en la profundidad de todas esas capas que pueblan el significado de su obra -como las del vestido y los carteles o fichas identitarias-, el corazón, la sangre, el alma humana mantienen la misma forma, el mismo color y el mismo pulso que a su vez nos compulsa.





Joaquín Murillo nos presenta una fotografía panorámica en blanco y negro titulada Geografía humana, cuyo paisaje enfoca el detalle de un cuerpo varonil ataviado con el sinuoso manto de la sensualidad.





Ólger Sánchez muestra otra paradoja que suma a eso linderos de la sexualidad humana en el discurso emergente, cuando una espalda varonil adosa los lazos de un corsé i-nexistente, apenas insinuado por el entrelazado, por el juego de la mirada y la provocación de preguntarse sobre el significado abierto e incisivo del arte de nuestros días.





Roberto Guerrero con el díptico fotográfico Doble investimenta para un macho que se res-peta, compara otra parodia de las posturas masculinizantes; nos coloca delante de su propia confrontación cuando cuestiona con cuál atuendo se siente uno más realizado, si con el de la convención, o el de la contravención; con el (in)vestido por la sociedad y la cultura, o con el (tras)vestido por el deseo.





La fotografía de Giorgio Timms, también en blanco y negro, colinda con el borde de la plenitud estética cuando una imagen en movimiento genera la sensación de lo sacro: es un cuerpo que exacerba el “oleo” de la piel, el sudor fresco del músculo en tensión y distensión y la varonilidad que nos engulle en su contemplación.





Dinorah Carballo, con sus Conversaciones con el mar nos devuelve al lenguaje de los bordes, de sus porosidades y diálogos al jugar con los sinuosos trazos de la costa cuando incide en la pardas arenas en ese ir y venir del tiempo que no tiene fin.





Ana Muñoz con su instalación fotográfica saca de sus adentros esas imágenes que evocan el firmamento, las aguas marinas, las texturas de las escolleras de la psique que imbrican con la evocación de un mensaje que se embotelló y se lanzo a la deriva del océano y que motiva la espera esperanzada de otro carácter de contemplación.





La video instalación de Carolina Valencia vierte un diálogo con sí misma, fluyendo a través de los simbolismos -como los pétalos de la rosa roja que tanto refieren al intimismo de la sexualidad femenina. Al dialogar ensimismada ella se va desvistiendo de un maquillaje atávico hasta quedar con su cutis transfigurado de nuevo en rosa roja que fue maquillado en su rostro. Refiere también al retorno del boomerang.





La pieza Juguemos un ratito de Susana Sánchez Carballo es diagonal ácida que imbrica al espectador en otro diálogo interior. Propone el juego de la rayuela sobre una imagen fotográfica impresa en el pavimento de la galería; ¿somos capaces de brincar y jugar la rayuela sobre esa humanidad que simboliza una de las capas sociales más desprotegidas?





Rodolfo Morales con su pieza "Aquel guanacaste", implica a la naturaleza, a lo encontrado y que fue actuado por las contingencia atmosféricas. Presenta el tronco de un árbol de guanacaste que fue impactado por un rayo que lo quemó por dentro pero que por su apariencia externa seduce con sus jaspes. Así mismo como sucede en la vida todos los días cuando decimos que las aparien-cias engañan.





Rodolfo Uder -en una zona muy cercana a la del tronco de guanacaste- nos enfila con la belleza de otro tronco impactado -en este caso- por la inclemencia del tiempo, cuando los ríos guanacastecos se desbordan y sus arenas son abrasivo para bruñir al Ser y No Ser que nos preparó para esta Confrontación en el Arte.



La ceramista Maribel Sánchez Grijalba –oriunda de San Vicente de Nicoya-, trabaja la “múcura” que es una especie de estatuilla femenina que utilizaban nuestros ancestros para transportar el agua hasta los sembradíos. Son otro inventario estupendo cuya demarcación circular nos habla de confrontación de lo que está adentro y afuera del arte.



Hoy día los bordes son más que nunca porosos y recíprocos entre sí: hablo de lo que es arte y lo que no lo es. Hoy se alcanza la condición inquietante de la (trans)formación: cuando se espera que todos seamos caminantes pensantes, no tras una meta definida o resultado resuelto ad perpetuo sino hacia lo indefinido y cambiante que reafirma la actitud de confrontar: no se trata de un borde pétreo sino un proceso que fluye y señala el final como un nuevo punto de partida.

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